lunes, 20 de junio de 2022

Vueeelvo a este espacio; esta vez, para publicar una denuncia que ya subí a Facebook. Perdón. Esto es algo que debí hacer, hace ya un buen rato. Lamentablemente, cosas como la COVID, y mi propia salud, me hicieron posponerlo demasiado tiempo Pero siempre es mejor tarde que nunca. Quiero denunciar públicamente el despojo descarado que hizo el señor Felipe Acevedo Castillo, de algo que NUNCA le perteneció, y es el nombre de SON COMPAY, de esa agrupación que dirige. Para esto, debo hacer, de manera breve, algo de historia: En el año 2007, recien llegado a México, y a Querétaro, logré comenzar a cantar en El Portón de Santiago, gracias a la buena voluntad de su propietario, y su hijo. Poco tiempo después de estar allí, haciendo lo que podía con mi voz y la guitarra, ellos me sugirieron unirme a dos excelentes músicos que también solían trabajar en El Portón, mexicanos ambos, y además, magníficas personas, y armar un trío que nos permitiera ampliar el alcance y calidad nuestra música. De momento, me abstendré de mencionar sus nombres, porque no les he pedido autorización para hacerlo. El hecho es que así lo hice, y en nuestro primer ensayo, uno de ellos, percusionista, me sugirió el nombre de SON COMPAY para ell incipiente grupo. La idea me pareció perfecta, y así lo hicimos. Eso ocurrió en el mes de Diciembre del mencionado año, y bajo ese título comenzamos a abrirnos espacio en esta ciudad, logrando trabajo en varios lugares. Es así como nació el Trío SON COMPAY. Con este formato estuvimos actuando durante uno o dos años, hasta que, por necesidades de trabajo, mis compañeros tuvieron que tomar otros rumbos; en este momento surgió la posibilidad de armar de nuevo el trío con otros dos músicos mexicanos: una guitarrista, cantante y percusionista de muy buen nivel, y su esposo, cantante y flautista, y cuando esto ocurrió, el creador del nombre tuvo la generosidad de cederme el derecho a seguir usando la marca que ya nos identificaba. Así lo hice, y continué dirigiendo el nuevo grupo con este nombre, hasta el año 2010, aproximadamente, y en el que, por razones de salud de la percusionista, tuvimos que disolverlo. En este período ya formaba parte de la agrupación Manglares de Cuba, con la que actuaba en el Mesón de Santa Rosa, y con ella continué hasta Mayo del 2011. En esa fecha, un gran amigo con el que ya había conversado, hacía algún tiempo, me confirmó que iba a abrir su restaurante en el Centro Histórico: “El Sibarita”, en la calle Pasteur, y me pregunto si le confirmaba mi disposición de trabajar allí. Decidí aceptar, e invité a unírseme a Juan Carlos Roselló, guitarrista y cantante con el que trabajaba en el Mesón de Santa Rosa, y con el que había compartido espacios en varios lugares de Querétaro. Juan Carlos aceptó, y entre ambos invitamos al señor Felipe Acevedo Castillo, un excelente ejecutante del tres cubano, que llevaba poco tiempo residiendo en la ciudad, y que atravesaba por una difícil situación económica. De esta manera surgió el actual grupo SON COMPAY, el 12 de Mayo de 2011, coincidiendo con la inauguración del restaurante, y al que yo, en mi condición de FUNDADOR, le di el nombre que actualmente ostenta. SON COMPAY se abrió un merecido espacio en Querétaro, entre los intérpretes de la música cubana; y con ellos permanecí ininterrumpidamente hasta que, en agosto de 2019, y producto de una larga historia de diferencias irreconciliables, que acumulé con Felipe Acevedo Castillo, decidí separame del trío. Hago esta, inevitablemente larga, introducción, para que se entienda con claridad lo que ocurrió, a partir de esa fecha. Cuando decidí dejar el grupo, le pedí al señor Acevedo, que de facto se había convertido en el “dueño” de SON COMPAY, que se abstuviera de utilizar en adelante, ese nombre, qué definitivamente NO le pertenecía. Su respuesta fue un ejercicio de arrogancia y soberbia, del que conservo constancia escrita, en el que se negó a renunciar al uso de la marca, aún con perfecto conocimiento de su historia y origen. Es más, en septiembre de ese mismo año, 2019, Felipe Acevedo Castillo, sumando lamentablemente a Juan Carlos Roselló, con quien yo creía me unían lazos de amistad, hizo una Reseva de Derechos en INDAUTOR, con alevosía, y plagada de errores en su propia concepción, y aprovechando el hecho de que a mi, en un pecado de ingenuidad, y confiado en la honorabilidad de quienes me rodeaban, no se me había ocurrido hacerla. Quiero que quede claro que, a pesar de todo, me negaba a aceptar que, debajo de la corteza de “buena persona” de este señor, se escondiera tanta capacidad para hacer daño, por lo que, posteriormente le insistí, de la mejor forma posible, en que renunciara a un nombre que no le pertenecía, sin respuesta. Lamentablemente, mi economía me impedía, y me impide, envolverme en un pleito legal; pero quiero que le quede muy claro a este señor, que no voy a renunciar a mi legítimo derecho sobre el nombre SON COMPAY; y que sí, la LEY mexicana me permite reclamar lo que me pertenece. En Enero de 2021, sufrí un accidente isquémico del que, gracias a la bondad y esfuerzo de personas como Karina Vargas y Jesús Carreón, salí bien librado, con secuelas apenas perceptibles, pero que me ha costado un largo esfuerzo de recuperación y que contribuyó a retrasar aún más este paso. Como no sé cuando podré reclamar lo que, en justicia me pertenece, si quiero hacer pública esta denuncia, para que se sepa la verdad, y que otros no caigan en mi pecado de ingenuidad, al creer en el talante “bondadoso y de buena gente” con el que se encubre Felipe Acevedo Castillo. Créanme, amigos, que es la primera vez en mis 69 años de vida, que he tenido que enfrentar la maldad en una persona. La historia es mucho más larga, pero no es este el lugar ni el momento de darla a conocer. Reto al señor Felipe Acevedo a que desmienta una sola de las afirmaciones que hago públicas. Gracias, y perdón por lo dilatado de este texto.